jueves, 23 de abril de 2009

El sida, en África como en Washington

Ignacio Aréchaga
Hay un tipo de periodista occidental que cuando va en el avión del Papa a África ya tiene una pregunta preparada, que a su juicio resume todo el viaje: ¿Por qué la Iglesia no bendice el preservativo para luchar contra el sida que causa tantas muertes en África? Si el Papa da una respuesta con matices, en la que hace ver que la prevención del sida exige cambios de conducta más profundos sin los cuales el mero uso del preservativo no mejorará la situación, este periodista sólo retendrá una idea: la Iglesia rechaza el preservativo para combatir el sida, y a partir de ahí ejercerá su derecho a escandalizarse en titulares.

La escena ha vuelto a repetirse en el viaje de Benedicto XVI a Camerún y Angola. Lo que el Papa dijo es que “no se puede resolver este flagelo simplemente con la distribución de preservativos; al contrario, existe el riesgo de aumentar el problema. La solución sólo se logrará actuando en dos frentes. El primero es una humanización de la sexualidad. En segundo lugar, una verdadera amistad, sobre todo con las personas enfermas. Estos son los factores que ayudan a progresos visibles”. Y señaló cómo la Iglesia católica está absolutamente presente en esta lucha contra el sida, con su servicio a los enfermos. Para los críticos de esta postura, todo lo que no sea distribuir condones es “irrealista y poco eficaz”. Pero no da la impresión de que sean condones lo que más escasee en África.

Tampoco en Washington los preservativos han sido la panacea para la prevención del sida. Según un informe, un 3% de los habitantes está infectado por el VIH, lo que supone haber sobrepasado el umbral del 1% que define una “generalizada y severa” epidemia. “Nuestra tasa es superior a la de África Occidental”, ha dicho Shannon L. Hader, directora del programa sobre el sida en el distrito. Washington D.C. tiene la tasa más alta de infección de EEUU.

Tampoco en Washington el problema parece ser el acceso a los preservativos. De hecho, hay un programa de distribución gratis de condones, que el año pasado proporcionó 1,5 millones de unidades. Según el informe, el sexo entre homosexuales sigue siendo la principal fuente de contagio. Según otro estudio sobre las relaciones heterosexuales en el distrito hecho por la Escuela de Medicina de la George Washington University entre 750 participantes, casi la mitad de los encuestados reconocen haber tenido varias parejas sexuales simultáneas en los últimos doce meses. Tampoco queda lejos el contagio por drogas intravenosas.

Cabe pensar que sería muy sano en Washington lograr esa “humanización de la sexualidad”, que propugna Benedicto XVI. La situación de Washington indica también que la lucha contra el sida va muy unida a la lucha contra la pobreza. Entre los encuestados el 60% dice ganar menos de 10.000 dólares anuales, un porcentaje similar no ha estado nunca casado y un 43% están desempleados. Son situaciones que, como en África, no se arreglan con preservativos.

Cuando el único cambio que se propugna es el uso de preservativos, puede ser la excusa para soslayar los cambios de conducta que exige una vida sana. Es un criterio que sirve tanto para África como para Washington.

Lo que no se entiende es por qué le preguntan al Papa por el sida cuando viaja a África y no cuando va a EEUU.